Velas y vapor
Esta es la historia de Silvano Alfredo Andrew, oficial de la Armada Argentina y maquinista naval. Comienza precisamente con los escritos de su madre, Annie Andrew, Robson de soltera, volcados con su pluma en las primeras hojas de la Biblia familiar, anno 1887 e impresa en Oxford. Y lo hace así: Silvano Alfredo Andrew, nacido el 15 de agosto de 1883 en Río Cuarto, provincia de Córdoba, Sudamérica…
Su padre, Samuel Andrew, como su abuelo, era inglés oriundo de Whitby y fabricante de velas para barcos, pero emigró a la Argentina, a la ciudad de Río Cuarto en la provincia de Córdoba, cuando el viento dio paso al vapor.
Como Aprendiz de la Marina de Guerra argentina, Silvano Alfredo fue a Inglaterra a estudiar la ciencia de la maquinaria de vapor, pero jamás olvidó las velas que cosía su padre. Navegó en mercantes ingleses, donde adquirió experiencia y volvió a su tierra natal, para incorporarse definitivamente a la Armada, sin olvidar jamás a los suyos.
A partir de allí, aparece una sucesión de historias de buques, navegaciones, ceremonias y peripecias, con naves de la talla de la corbeta Uruguay, el transporte Pampa, la fragata Sarmiento y el acorazado Moreno, sin omitir a los buques norteamericanos presentes en las fiestas del Centenario en 1910 que llevaron a nuestros marinos a tierras remotas. Mares tempestuosos, la inauguración del monumento a San Martín en Boulogne-sur-Mer en 1909, las Islas Orcadas, los astilleros en los Estados Unidos, son algunas de las escenas que enmarcan esta biografía. Es una historia del pasado y del presente, que las raigambres tanto navales como familiares han sabido preservar. El pasado viaja a vela y a vapor, éste último generado por el carbón. El presente, puro anhelo juvenil, navega a vela, a veces en nuestra fragata Libertad, pues el vapor es un bello recuerdo, con sus ruidos de émbolos, pistones y turbinas, y esos olores tan especiales en medio de la sacrificada faena del carbón…
Es otra historia, de las tantas, pero con un fuerte sentimiento de cariño y con el respeto por las tradiciones y lealtades que jamás, nada ni nadie, han podido doblegar.