Enrique Rodolfo Dick
Es ésta una historia de mar, pero encerrada de cierto misterio pues abre las puertas sin juntarlas de una incógnita que aún persiste: ¿cuál fue el destino de las cuatro lanchas, o yolas de motor, que llevaba a bordo el acorazado alemán Graf Spee?
El buque fue dotado de varias embarcaciones grandes y otras pequeñas. Según planos de época, tenía una lancha para el Comandante, otra de propósitos generales, dos yolas de motor, un cúter y dos chinchorros.
Ubicadas en el centro del buque, en proximidades de la chimenea y de los dos guinches de uso general, prestaban asiduos servicios: transporte de personal y víveres, como lanchas de presas en la guerra cuando se detenía a algún mercante, para enlace o rescate y, por supuesto, en caso de naufragio, como embarcaciones salvavidas.
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Empecemos con una de ellas, que resultó ser la lancha del Comandante, según testimonios de un tripulante, el señor Kurt Wecker. En diciembre de 1939 quedó a la deriva en el puerto de Buenos Aires y fue a parar a manos de la Armada Argentina. En el libro “Apuntes sobre los buques de la Armada Argentina”, Tomo VI pp. 2935 de Pablo Arguindeguy figura como Luisito, y encontramos los siguientes detalles de interés:
Tipo: lancha a vapor
Otros nombres: es la ex “EM-255”
Lugar de construcción: posiblemente se trata de una vieja embarcación de un crucero o acorazado.
Datos del buque: eslora 15 m., manga 3 m., puntal 2,2 m., calado medio 1,4 m., desplazamiento 40 ton.
Su viejo casco se rehabilita en la Base Naval Ushuaia y se bota, refaccionada, el 10 de agosto de 1961.
Motor diesel G.M. de 170 HP
Velocidad: 10 nudos.
Tripulación: 4-5 hombres
Esa es la primera versión, de un fragmento de la historia. Por otra parte y según un artículo periodístico del año 1993, navegó en aguas del Golfo Nuevo durante tres años y más tarde, trasladada al puerto de Zárate, permaneció semihundida otros tres años. Luego fue remolcada al astillero de Río Santiago para su remate. El Club de Astilleros logró preservarla gracias a su solicitud como pieza de museo, trámite que se inició en 1987 y concluyó en 1991. Los directivos del Club afirmaron en ese entonces que comenzarían con su restauración y reconstrucción para utilizarla, una vez en servicio, como objeto de exposición y, como atracción turística, para trasladar visitantes por la región de la ribera. Afirmaba uno de los responsables de la entidad, que se mantendrían algunos objetos en su estado original (el baño, el inodoro, el lavatorio y el casco) y otros debían ser remodelados. Para 1993, la Luisito “ya estaba en buen estado para flotar”, como cita la nota informativa. Sus características eran: 11 m. de eslora, 3,20 m. de manga, 2 m. de puntal, 1 m. de calado y 12 ton. de desplazamiento. Tenía un motor de 300 HP, 12 nudos de velocidad y su construcción era tipo triple casco de madera con cuadernas de metal. Hasta aquí los datos, que difieren de los expresados en el libro citado y configuran nuevos interrogantes.
Luego, la niebla del silencio hasta que, un día de lloviznas tenaces de un mes de agosto, ingresamos al astillero de Río Santiago, preguntamos por la Luisito, y la hallamos en tierra, asentada en pilotes, medio desguazada, rodeada de pajonales y de abandono. La recorrimos y encontramos su casco vacío, pintado de blanco por fuera, un poco remendado, su madera gastada pero aún fuerte, su cabina con vidrios y ventanucos que no son ya los originales, un pedazo del escape de gases, la hélice y el timón todavía enteros, una bomba de achique herrumbrada, el cabrestante en total abandono… creo que no está ya en condiciones de flotar. Seguimos caminando. En el interior del galpón vecino, entre pesqueros de plástico recién terminados y de un fuerte color amarillo, y el casco del Fortuna III, observamos partes de la embarcación malhadada, un mástil y la rueda de cabillas, de aluminio.
En una reciente visita a la Escuela Naval Militar en Río Santiago, el 28 de mayo de 2004, e invitados por el Director, los señores Kurt Wecker, Karl Tylson y Heinz Berger, todos ellos veteranos, manifestaron su pesar por el estado lamentable de la embarcación que aún sigue en manos de un particular, quien “debe alguna gruesa suma al astillero” y escucharon el deseo de ese Instituto de restaurarla. Pese a su consternación, pudieron apreciar en el museo de la Escuela el portaestandarte de bronce de la bandera de la lancha, magníficamente conservado, fijado a una base de madera con 8 tornillos y una leyenda que dice: “Porta mástil de popa correspondiente a la lancha del Acorazado Graf Spee”.
Estamos ahora radicados en el mes de junio de 2006, y nuevamente en el astillero. Una nueva sorpresa deviene. Por órdenes de las nuevas autoridades del Astillero Río Santiago, la lancha acaba de ser trasladada de su situación en el galpón interior, a un sector de la entrada, fuera del portón de ingreso al complejo, y a un lado de la playa de estacionamiento. Para ello usan guinche y carretón. El movimiento es difícil y la embarcación sufre los consiguientes malos tratos. Partes se rompen, el castillete se derrumba, la basura (vidrios, botellas, trapos, yuyos, plantas rastreras, etc.) se enseñorean y los poco original que queda (el cabrestante, un portaespías o los escobenes de amarre), ya ni se considera. Murmura el funcionario acerca de las implicancias legales que representa la embarcación y sus consecuencias, pero ese pedazo de historia se disgrega, producto de la ignorancia.
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Otra lancha, con algunos tripulantes que en 1939 quisieron huir hacia Buenos Aires y fracasó en su intento, fue capturada por la marina uruguaya junto al vapor Tacoma. Cuando llegó la orden a las tripulaciones de las yolas de proseguir la navegación tras los remolcadores y la chata, una de ellas quedó retrasada y comenzó a embarcar agua, en especial en la máquina. La bomba de achique dejó de funcionar y, ante el temor de naufragio, el timonel puso proa al Tacoma. La lancha fue izada a bordo y asegurada. Su tripulación fue luego internada en Montevideo junto a los hombres del mercante alemán.
Quedó allí, en la otra costa del Plata hasta que, muchos años más tarde, un día de carreras de embarcaciones motoras y oficiando como lancha de largada, sufrió un accidente fatal y fue destruida.
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La tercera, una yola de motor, la vimos en el Museo Naval de Tigre, expuesta en el terreno circundante, junto a aviones y material de artillería naval. Un día se desvaneció. Pero los documentos hablan: la citada embarcación, en bastante mal estado de conservación, habría sido recuperada en algún lugar del litoral sur argentino, varada en una playa. Con dudas acerca de su autenticidad sin embargo fue traída después de un periplo, al museo. Pudimos analizar el legajo número 2910, fechado 22 de septiembre de 1980, cuando la yola fue recibida en Tigre. Significativos son sus datos y características: LANCHA QUE PERTENECIO AL ACORAZADO ALEMAN “GRAF SPEE”, ESTADO: MALO. DESCRIPCION: LANCHA DE CONSTRUCCION LISA, CON CASCO DE MADERA DE DOBLE FORRO, mide 11,55 m. de eslora, 2,56 m. de manga y 1,68 m. de puntal, 0,80 m. de calado y pesa 4.200 Kg. Carece de planta propulsora y el casco presenta gran cantidad de deterioro; la hélice es de tres palas, tiene una caseta de comando con tres frentes con vidrio (no originales), el estado de la pintura es malo y prácticamente no existe.
En abril de 1980, un informe de dos hojas aclara el destino de la lancha denominada EM-279. Sus antecedentes son dispersos: descargada por el Arsenal de Marina Zárate en 1976, se propone en el año 1977 entregarla a la gobernación de Río Negro y es transferida al Instituto de Biología Marina y Pesquera de San Antonio Oeste. Ya en condiciones deficientes, la gobernación solicita presupuestos para su reacondicionamiento, primero a Zárate y luego a Tandanor. Dada la magnitud del costo, no se hace nada. El 2 de noviembre de 1977 se efectúa una profunda inspección y, tras observarse considerables deterioros, se decide tras reparaciones mínimas y un pintado superficial, donarla al Museo Naval de la Nación.
Habría de permanecer allí hasta el 11 de noviembre de 1994 cuando se decide por acta su desarme total. ¿Los considerandos? La lancha carece de sus herrajes, ojos de buey y motor, su deterioro es notable, el costo de reconstrucción muy elevado, no guarda relación con aspectos vinculados con la historia naval argentina (sic), afecta la imagen de lo expuesto en el museo, representa un peligro para los visitantes menores de edad, las maderas de su casco son nidos de polillas que podían afectar el material histórico y, a lo largo de su historia, no fue posible encontrar interesados en recibirla…
Sólo se conservan aún, en un depósito de la parte superior del edificio, el timón y, en una de las salas, sin inscripción alguna, la hélice de bronce de tres palas con giro a la derecha.
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Y de la cuarta lancha, su paradero es un enigma. Sabemos de ella por una nota emitida el 3 de octubre de 1945, en el Taller de Marina de Dársena Norte. En ella consta que a esa fecha se hallaban en un depósito, tres embarcaciones del Graf Spee y que en julio de 1944, por disposición del Teniente Coronel Clodomiro Torres, se retiraron los motores de las mismas para “improvisar una usina en el campamento de los internados alemanes en Sierra de la Ventana”. El expediente, firmado por el capitán de navío Juan Gonzáles Merlo, finaliza lacónicamente: “…han quedado aquí tres cascos, ocupando un sitio sumamente necesario en los galpones en Carpintería de Ribera… y este espacio es necesario para las actividades y… sírvase contemplar la posibilidad de que las embarcaciones sean retiradas…”.
El párrafo anterior –y el consiguiente pedido- se transforman en nuevos expedientes que desembocan otra vez en la incógnita, como veremos. Es así que el 29 de octubre de 1945 el pedido citado arriba toma forma y pasa al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (Departamento Fiscalización), con un asunto que reza: “Propiedad enemiga”. Tras considerar y dudar de a quién o quiénes pertenecen los cascos de las lanchas, se giran las actuaciones a la Asesoría Legal. El 11 de octubre de ese año, el documento se transforma en un embrollo por cuanto no se sabe quién debe decidir entre los ministerios en pugna (De RREE y Culto, de Hacienda, de Marina o el Banco Central).
Finalmente el 12 de febrero de 1946 el enredo se define y los firmantes deciden que, dada la circunstancia aludida sobre la confiscación de los bienes de los estados alemán y japonés, se deben subastar públicamente las lanchas y el monto resultante utilizarlo para pagar probables indemnizaciones ocurridas por daños y perjuicios a ciudadanos, firmas y/o al estado argentino. De esta forma vuelve a la Marina el dictamen de venta en marzo de 1946. Recién en junio se ordena en el seno de la Armada, pasar los cascos a Río Santiago. A partir de ese instante, acontece una nueva bruma legal, aunque los hechos posteriores llevarían un poco a descifrar el destino de esas embarcaciones, como se puede deducir de la lectura de esta crónica.
La narración finaliza con el ácido comentario de un desconocido que recopiló éste y otros facsímiles: “Nótese la indolencia de las intenciones finales de los burócratas actuantes para con las lanchas”. Y en una nota, aclara: “en 1998 ninguna de estas lanchas pudo ser encontrada y se cree que una de ellas, depositada en algún cobertizo, fue desguazada para propósitos triviales. Tal vez lo único que quedó en pie fue la quilla de acero de una yola”.
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Cuando finalmente deslizamos la pregunta a algún testigo, uno de ellos rememoró el asunto de esta manera: Lo que sobre el tema "lanchas" recuerdo, es que únicamente una de las lanchas, que estaba a la sazón en el Tigre, fue utilizada para quitar el motor Diesel, y que la firma Siemens donó una dínamo para configurar así un equipo, el cual se envió al campamento de Sierra de la Ventana. Nosotros lo usamos para cambiar la producción de la corriente de 110 V, producida mediante máquina de vapor con caldera, renovamos parte de la instalación, y usamos la planta de 220 V. Otros datos no recuerdo…
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En términos generales, de las cuatro embarcaciones, tres llegaron a Buenos Aires. Sin formar muchos juicios de valores y, sobre todo, sin banderías ni partidismos, la preservación del material histórico, en este caso de la actividad naval, merece su atención. Siempre hay tiempo de restaurar, de mejorar y hasta de conservar; lo que se incinera, se regala desaprensivamente o se vende indiscriminadamente en función de intereses mezquinos, se pierde para solaz de los verdaderos interesados en atesorar la Historia.
FOTOGRAFIAS
LANCHAS EN DIFERENTES PUERTOS
Lo que ha quedado, 6 de septiembre de 2024, astillero Río Santiago, grupo de trabajo
El tentempié
Lateral
Otra vista
La sierra de Cristian
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