Estimado Enrique:
El diario de viaje de Rasenack atrapa de inmediato. Además de constituir una lectura placentera, está cargada de información y de reflexiones propias de un hombre que -sin ser un etnógrafo- repara en la comprensión de los mundos sociales y culturales diversos que se le presentaron en su itinerario desde Buenos Aires hasta Moscú. Detectó atributos sociales y rasgos culturales singulares de cada sociedad que conoció sin dejar de sorprenderse (actitud intelectual fundamental para comprender lo diferente) y, aunque a veces fue algo estereotipado en su caracterización de "argentinos", "chilenos", "ecuatorianos", "japoneses", "rusos", sus análisis de las sociedades por las que atravesó en ese mundo sumido en una guerra global son de verdadero interés.
Celebro que en su relato Rasenack no pierde el buen humor, porque a pesar de las múltiples complicaciones y, en ocasiones, los riesgos que padeció, no dejó de contar en su diario situaciones que despiertan más de una sonrisa (como aquellas, por ejemplo que suscitaba su pasaporte búlgaro).
En el diario se advierte también en su complejidad la red alemana de relaciones institucionales y personales de apoyo a aquellos hombres del Graf Spee que buscaron retornar a la patria para continuar combatiendo al servicio de las FFAA de su país.
El trabajo de edición, notas, selección de fotografías y mapas que usted hizo con Guillermo Regnier es fundamental para poder contextualizar correctamente el diario e indispensable para orientar a lectores poco instruidos como yo en algunas cuestiones básicas de la historia de la Segunda Guerra Mundial. El texto final, "Una tarde con..." es un regalo extra que disfruté como lector y que seguramente para usted es expresión de un momento que debe atesorar.
En fin, Enrique, vayan estos breves comentarios como lector entusiasta de "Se dio a la fuga". ¡muchas gracias!
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